autor: Sole González
Hay veces en la vida en las que por puro azar un libro te llega a las manos justo en el preciso momento en que más útil te puede ser. Eso me ha pasado a mi con el libro de Carlos Taibo: “Que no se apague la luz: un diario de campo del 15-M” (libros de la catarata 2012, ISBN: 978-84-8319-757-8). Recién llegada a las asambleas del 15M, a través de las convocatorias a la movilización ciudadana hechas por la coordinadora 25S, el libro me ha permitido entender aspectos profundos del movimiento, constatar que algunas cosas que percibía eran efectivamente ciertas, y comprenderlo mas en su complejidad e incluso en las dudas que me sugiere.
En el libro se recogen, como yo los viví en mis carnes, aspectos muy amables como la alegría de las personas que lo integran, la facilidad con que acogen a personas desconocidas, brindando la bienvenida a cualquier aportación que uno pueda hacer. Me he encontrado en las asambleas personas con una enorme creatividad, capacidad de trabajo e inasequibles al desaliento. Esto me hizo, ya desde el principio, darme cuenta de que es un movimiento difícilmente agotable. Transitará por pleamares y bajamares en cuanto a la presencia en las calles de mas o menos volumen de personas, pero persistirá en los aspectos más importantes: la creación de espacios en los que todo se puede debatir (pensamiento divergente e inteligencia colectiva, frente al pensamiento único de la “mente colmena”, como en la novela “El juego de Ender”), la creación de espacios de autogestión (“no dejar en manos de los demás lo que podamos hacer nosotros”), la capacidad de asumir las demandas de otros colectivos, y dar apoyo personal y logístico a causas y movilizaciones. De hecho, en mi opinión, además está sirviendo de infraestructura sobre la cual cualquier nuevo movimiento o marea (por ejemplo el 25S, o los movimientos para evitar desahucios) puede crecer y construirse con más eficiencia, puesto que se encuentra con muchas cosas ya en marcha (el sistema asambleario, el sistema de apoyo legal, el sistema de difusión por medios audiovisuales ajenos a los medios de comunicación “oficiales”). El haber recuperado la calle como espacio de debate y sobre todo, de encuentro, de contacto, de cercanía, es para mi uno de los logros más importantes, y deja en evidencia la relativa “falsedad” y vacuidad de la vida y el debate “online”. Como diría Benedetti… “en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”.
Otra de las cualidades que destaca el libro y en cuya apreciación coincido con el autor es en la absoluta conveniencia de huir de las siglas, banderas y cualquier otra estructura vertical de liderazgo que recuerde a lo ya conocido. Es la verdadera esencia de lo “antisistema”, que contrariamente a lo que el general de la población piensa, no consiste en romper cabinas de teléfono (ya casi no quedan), sino que es aquello que se sitúa fuera del sistema. Un movimiento que no ha reclamado la legitimación por parte del estado, no puede ser ilegalizado. No es persona jurídica, y por tanto no es perseguible como tal. Esto deja, como recoge Taibo, a Cristina Cifuentes sin interlocutores a los que oponerse. En este sentido, seguiría los postulados de la guerra de guerrillas según la entendía D.H. Lawrence (el famoso “Lawrence de Arabia”): no consiste en enfrentarse a un enemigo, sino situarse donde la estrategia y armas de este no pueden alcanzarte, dejándole sin objetivo.
Malignamente, una de las cosas que más me ha gustado leer, es que no soy la única a la que los libros de S. Hessel han parecido vacíos de contenido real. Como en “El traje nuevo del Emperador”, yo los había visto desnudos, pero dado el entusiasmo circundante con ellos, no me atrevía a decirlo en voz alta.
No todo son parabienes en el libro. Deja como deberes para el futuro del movimiento, la necesidad de profundizar en temas como la protección de los derechos de las mujeres, la defensa de la herencia ecológica que dejaremos a las generaciones por venir, y la necesaria colaboración real con los países del sur. Temas estos en los que insta a la acción tanto como a la discusión.
Como comentaba al principio, pensar en todo esto me hace también surgir dudas. Comenta Carlos Taibo sobre la relección de Berlusconi, como un italiano, al que interroga sobre la incongruencia de votar a quien organiza fiestas con prostitutas, le contesta que no le votan por eso, sino porque las organiza con dinero público. Sigue habiendo en este país (y no solo en Italia) muchas personas que piensan “y si yo estuviera en su lugar, haría lo mismo”. ¿Como va a calar un movimiento como el 15M en una sociedad con ese pensamiento?¿Como lo hará en una sociedad en la que nos resistimos a asumir ninguna responsabilidad sobre nuestras vidas, por no hablar de nuestra responsabilidad como ciudadanos?. Si queremos una democracia en la que el pueblo tenga la palabra, este debería ser capaz de asumir la responsabilidad de informarse y tomar decisiones. Y la realidad es que nuestra muy indignada sociedad, abundan los gatopardos que esperan que algo cambie un poco, para que todo siga igual. Siguen siendo mayoría los que esperan que les devuelvan la paga extra para volver pacíficamente a sus casas, porque siempre ha sido más cómodo que otro piense y decida por mi.
El 15M es, como el libro refleja, sobre todo el germen, yo diría que bastante consolidado, de una nueva conciencia a partir de la cual avanzar en el establecimiento de espacios de autogestión, de nuevas formas de economía, y de nuevas formas de entender las relaciones entre las personas. Y las dudas no deben ser un obstáculo para acercarse y participar. Como diría Javier Krahe es preferible caminar con una duda que con un mal axioma.