Todos sueñan lo que son…

…Aunque ninguno lo entiende.

A Segismundo le hicieron creer que no había nada para él fuera de las cuatro paredes que le encerraban y de las cadenas que le mantenían sujeto. Sin embargo, cuando fue capaz de recordar quien era realmente, cuando se encontró a si mismo, fue libre.

Como en el mito de Platón, vivimos mirando una pared, creyendo que las desdibujadas sombras que vemos reflejadas son la realidad. Las cadenas que nos mantienen mirando esa pared y nos impiden levantar la cabeza, girarnos y ver una panorámica más amplia del mundo, una en la que veamos los objetos reales y no la sombra que producen a la luz que otros quieren darles, fueron colocadas en nuestra infancia. Tan profundas en el cerebro, que aunque insuficientes ahora, siendo adultos, nos cuesta creer  que sería muy fácil librarnos de ellas. En el cuento de Jorge Bucay, el elefante se cansó tanto de tirar de la estaca inutilmente de pequeño, que de mayor una mínima sujeción, era suficiente para mantener atado a todo un paquidermo de varias toneladas, puesto que ya no lo intentó más.

Estamos tan acostumbrados a obedecer, que hemos dejado de cuestionar la legitimidad de quien dicta las leyes. Estamos tan acostumbrados a aceptar lo que nos sirven fácilmente como información, que no nos parece necesario buscar más allá. Sin embargo, mientras la mayoría estamos cómodamente instalados en esta postura de aceptación resignada “es lo que hay” o peor “cualquier cosa será peor que esto”, sigue habiendo gente ahí fuera que, por la razón que sea si ha conseguido no mantenerse mirando a la pared. Que saben que hay algo más, más real, detrás de la hoguera con la que nos mantienen ciegos a la vez que generan las sombras.

Yo no tengo cabeza para imaginar y proponer soluciones, pero si tengo voluntad de seguir los pasos de cuantas más de estas personas mejor. De buscar una realidad más allá de la que me quieren vender. Y lo que vaya encontrando, lo compartiré en este espacio.

2 pensamientos en “Todos sueñan lo que son…

  1. Hola, tienes toda la razón del mundo, y yo mismo, en su día, tiraba de las cadenas, sin embargo, como bien dice el cuento de Bucay, «ya no puedo más», y de hecho, paradógicamente, «me refugio» en mis propoas cadenas. Es muy triste reconocer dicha realidad, y supongo que a tí también te es familiar, ya que «has tirado la toalla», como tu misma dices, en tu reflexión «el corazón de Podemos». Lo más triste de todo es reconocer que la mayor parte de la gente no quiere ver la luz, no necesita verdad, prefiere la ignorancia y las tinieblas. ¿Para quién entonces nos estamos esforzando?… Somos como Ícaro, que quemó sus alas al acercarse demasiado al Sol… Vivimos en medio de una decadencia donde ya no caben virtudes como honradez, compasión, compromiso, sobriedad… Lo que se valora es todo lo contrario: la agresividad, el «aquí y ahora», el «marketing» de uno mismo… Renuncio «luchar» en un mundo condenado a la deshumanidad…

    • Bueno, en lo personal decirte que aunque respecto a podemos abandono digamos la primera linea de batalla para convertirme, como me ha dicho alguien en estos días en «votante pasiva». Pero sigo de cerca la evolución. Y si hay algo esperanzador es ver que los demás partidos, al menos los de izquierda o prentendidamente izquierdistas, parece que han comprendido el reto de la renovación generacional y la necesidad de volver a hacer políticas netamente sociales y de izquierdas.

      Yo si creo que siguen cabiendo esos valores que mencionas: honradez, compasión, compromiso… y creo además que aunque el rédito social sea mínimo o incluso suponga cierta pérdida en vez de una ganancia, debemos aplicarlos cada uno de nosotros en nuestra vida diaria. Solo siendo cada uno así y educando en esos valores a nuestros hijos podemos tener alguna esperanza de futuro. Somos pocos, pero somos. Y somos fieles a nosotros mismos, por encima de cualquier derrota, y en realidad de eso va la vida: de ser fiel, siempre, a uno mismo.

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