No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna;
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro:
mira que ni el presente está seguro.
(Félix Mª de Samaniego, moraleja de la fábula de la lechera)
Resulta que la obra de Samaniego es una pieza más del aparato propagandístico del «stablishment»…. Y yo sin saberlo me he pasado parte de mi infancia dejando que en mi mente se colara este derrotista mensaje (grabado en un disco de vinilo de 33 rpm, que aun conservo, porque encima era mi fábula preferida): no anheles impaciente el bien futuro, mira que ni el presente está seguro. Y parece tan razonable así dicho: virgencita virgencita que me quede como estoy, y mas en tiempos de crisis. Lo que no nos contó ni Samaniego ni nadie es que “que me quede como estoy” no existe. Ahora menos que nunca. Y que digan lo que digan los cuentos, la postura sabia no es la aceptación callada de un aciago destino, recortado y carente de los mínimos derechos, hasta que viene alguien al rescate. (¡que casualidad!)… sea ese alguien príncipe encantador, el BCE o tu cerdito hermano menor que, tras quedarse mirando cómodamente desde su ventana mientras el lobo te desahucia de tu modesta vivienda, luego al menos te deja vivir (¿por el módico precio de un alquiler social?) en su bonita y enorme casa de constructor.
Pero quiero que sepais que los que me leeis condescendientemente y os quedais en casa sois también la lechera. Después del berrinche de la ruptura del cántaro tras escuchar la voz en off que le leía la moraleja, la lechera decidió dejar de soñar con algo mejor, y volverse a casa a ver la tele. Por el camino de vuelta, cabizbaja, pensó que total el gobierno dice que en dos años se creará empleo, y no le haría falta la granja, sin querer ver que el empleo, de encontrarlo, sería absolutamente precario, con unas prestaciones por desempleo ridículas y un despido prácticamente gratis gracias a la reforma laboral. Pensó que al menos, la sanidad y la educación seguirían siendo públicas y gratuitas, ya que ella no era inmigrante ilegal, sin darse cuenta de que al día siguiente cumplía 26 años y quedaría fuera de la tarjeta sanitaria de sus padres, viéndose obligada a demostrar que no tenía recursos (ingresos inferiores a 600€ mensuales) y solicitar una cartilla de beneficencia … que de momento le daría acceso a los mismos hospitales, pero … ¿por cuanto tiempo?. Creer que porque uno no se mueve las cosas no van a cambiar también es ser la lechera. Es no querer ver que ya están cambiando y que las modificaciones legislativas de hoy son solo la plataforma sobre la que construir las reformas neoliberales del futuro muy cercano (vease como la reforma constitucional del verano pasado es el mimbre con el que se tejieron los presupuestos de este) . Que el apretamiento de clavijas sociolaboral que estamos viviendo es el principio, no el final. Que tocar fondo no significa empezar a subir a continuación: que si les dejamos hacer, muchos vamos a quedar en el fondo para siempre y por generaciones.
En las clases de historia del cole nos vendían la marca España (¡como gusta a la gente esta soplapollez!) como la de un país luchador, que si Pelayo, que si el Cid, que si Agustina de Aragón… Mis vivencias de la infancia, con las manifestaciones de mineros y siderúrgicos debajo de mi casa una semana si y otra también contaban una historia igual de épica, mi pasado familiar me lo confirmaba, ya que abundan los antecedentes de entrega a la lucha por los derechos de todos (tanto fusilados, como encarcelados, como largas semanas de no entrar un duro en casa por estar mis padres en huelga, como mis luchadoras hermanas) … Pero ahora miro alrededor y lo que veo es la España de chichinabo que dejó que Franco muriera pacíficamente en su cama, porque a las personas dispuestas a entregar su vida o su bienestar para echarle, las ahogaron, se las cargaron los demás con su silencio culpable y aceptación resignada, cuando no con denuncias. Veo un país dispuesto a aceptar, con la misma resignación borreguil, que desde su tumba y con la actual constitución como herramienta en manos de sus herederos, siga dirigiendo nuestros destinos, el pais que toma por locos (en el mejor de los casos, en otros se les insulta… o denuncia…y la historia se repite) a quienes están poniendo su cara, su tiempo, su tranquilidad y a veces su patrimonio, para que esto no siga siendo así: para demostrar que este que nos imponen no es el único camino.
Es gente ( No me incluyo, porque comparandome con el tiempo y la entrega de las personas a las que estoy conociendo, me queda mucho por hacer) con mucho valor, mucho tesón, y por cierto con una formación, una energía y una alegría envidiables. Son personas cálidas, que te reciben con los brazos abiertos incluso antes de saber si tienes algo que aportar: la sola presencia es bienvenida. Y hace falta gente así (¡cuanta más mejor!), porque la batalla será larga y muy complicada: es la lucha de la inteligencia colectiva (como les gusta decir en el blog de la coordinadora 25s) contra la mente colmena (como la del enemigo en “El juego de Ender”). La inteligencia colectiva es aquella capaz de integrar muchas ideas de diversa procedencia, es la promoción del pensamiento divergente, de las soluciones creativas, de colarse por los resquicios de la ley y el sistema y mostrar así las debilidades, de la información con mensajes complejos, porque compleja e impredecible es la realidad que se nos presentará, porque se hace necesario mantener la mente abierta a diferentes posibles caminos. La mente colmena es la del pensamiento único, monolítico, la que resume la realidad en consignas simplistas que de tanto repetir quieren convertir en la única verdad, la del miedo a salirse del rebaño, la de la resignación, la que se queda en casa frente a la tele. Y desgraciadamente nos hemos entregado tan intensamente al hábito de no pensar y no leer, al de no responsabilizarnos de nuestro destino, que un mensaje simplista se extiende como una mancha de aceite: “estate quieto en tu casa y déjame hacer, que es por tu bien” (así sea a hostia limpia). El otro tipo de mensaje, aquel que te anima a dudar, a cuestionar, a pensar (¡¡¡siiii pensar!!!), a entender que tu posición de equilibrio es ficticia, aquel que si lo escuchas te conmina a moverte, a asumir tu responsabilidad como ciudadano… a ese es mejor no prestarle atención y desde luego, no darle difusión, no sea que alguien se sienta obligado a hacer algo. Yo personalmente no tengo dudas: veo mucha cabeza en todo este movimiento…. muchas cabezas. Mucha energía empleada con inteligencia, y una marea que va subiendo. Y si alguno duda de que se esté consiguiendo algo le pregunto: ¿habrías apostado hace dos meses algo a que los dos grandes partidos (y los demás que ahora gritan «¡yo tambien quiero!») harían siquiera el simulacro de reunirse para solucionar el tema de los desahucios? Estoy segura de que este es uno de esos pequeños movimientos que «el poder» debe hacer como concesión menor para permitir que «el sistema» siga en pie. Pero es la presión de un grupo relativamente pequeño de personas la que les ha obligado a mover ficha: cuantos más seamos, más rápido será el procedimiento de sacarles de sus sillas (destituyente) y no dejarselas nunca más ni a estos ni a otros hasta que pongamos nuestras condiciones (constituyente). Por cierto: en «El juego de Ender» la batalla es dura, pero la inteligencia y creatividad de Ender vencen (en manifiesta inferioridad de armas y número) a la mente colmena.
Pero este correo era para hablar de la huelga del día 14N. “Cuando el gobierno viola derechos, la insurrección es para el pueblo, y para cada sector del pueblo, el más sagrado e indispensable de los deberes”, (Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793).
Yo hace mucho tiempo que no creo en los sindicatos mayoritarios, que hace muchas décadas que abandonaron la lucha de verdad aferrados a sus privilegios, y ahora son parte del sistema del que reniego y por tanto interesados en que se mantenga. Pero mi pasado familiar me otorga el derecho de hacer mía esta huelga. Y el futuro de mis hijos me impone el deber de salir a la calle. Si no te gusta su huelga, haz-la-tuya (haz la tuya, hazla tuya), pero sal a la calle, grita, protesta. No te escudes en cualquiera de las disculpas del decálogo del del esquirol. El miedo… yo tambien tengo miedo, podeis creer que dos niños pequeños a tu cargo es suficiente para paralizarte cuando tu situación actual dista mucho de ser mala. Pero precisamente por ellos hago mía una frase que mi padre me enseñó de bien pequeña: a veces en la vida hay que saber dar un paso al frente. Si teneis miedo por vuestra situación actual, pensad en cual van a vivir vuestros hijos si permitimos que las reformas neoliberales, el recorte de los derechos de los trabajadores (y los que no lo son) sigan adelante. La única forma de sacudirse el miedo es ponerse en movimiento.
Para terminar, quizá los que hayais llegado hasta aquí esteis preguntandoos que fue de la lechera, y que pinta Nike en todo esto. Pues la lechera se levantó al día siguiente y recordó quien era: una persona luchadora y valiente, inasequible al desaliento. Así que pilló otra cantarilla de leche y con esta si llegó al mercado. Allí conoció a un grupo de personas que le hablaron de la posibilidad de vivir de otra manera, le hablaron de las cooperativas integrales como via de autoempleo colectivo, de ecología, de producción sostenible, de decrecimiento, de bancos de tiempo, de monedas sociales y de bancos éticos. Y así decidió olvidar la explotación ganadera intensiva con la cual había soñado enriquecerse vendiendo ternera hormonada a las grandes multinacionales de la alimentación, y replantearse su futuro por estos nuevos senderos. Y el día 14N, la lechera no va a ir al mercado. Se levantará por la mañana habiendo leído el dia antes las propuestas para una huelga de consumo y decidida a cumplirlas todas. Y además irá a cuantos actos paralelos o perpendiculares a las manifestaciones sindicales se organicen en su pueblo. Será en fin, la lechera, pero en pie con el puño en alto gritando ¡SI SE PUEDE! con ndignación pero también con mucha alegría. Y para su sorpresa, el mensaje inspirador que le hizo reaccionar, levantarse y creer que es nuestro derecho y nuestro DEBER exigir otra forma de hacer las cosas, llegó del paradigma del Kapitalismo, de la mano de otra voz en off: escuchó en un anuncio de Nike la siguiente frase:
IMPOSSIBLE IS NOTHING.
Pd: por si acaso encontrais este mensaje excesivamente complejo y alambicado, os dejo uno simplista, para que veais que manejo todas las herramientas: