Autor: Sole González
Todos y cada uno de nosotros somos la mano que mece la cuna. Somos el brazo ejecutor de todo el aparato del estado. Debemos tomar conciencia cuanto antes de que son nuestras acciones y omisiones, las que convierten en algo palpable el sistema del que tanto hablamos. No estoy hablando ahora de nuestro ejercicio de conservación del sistema capitalista en forma de consumidores compulsivos de objetos innecesarios, o en nuestro papel de conservadores del sistema financiero por mantener nuestros ahorros en cuentas de bancos de los que abominamos, pero de los que no nos animamos a prescindir.
Hablo de la forma en que llevamos a cabo nuestro trabajo diario, la convivencia con los vecinos, el cumplimiento de nuestros deberes ciudadanos con la agencia tributaria. Si nosotros no obedecemos las órdenes estas carecen de sentido. Por otra parte, está en nuestra mano, a título individual y colectivo, dotar de sentido derechos fundamentales que por ausencia de una legislación que los proteja, quedan vacíos de significado, como el derecho a la vivienda o a la salud o el derecho a una alimentación suficiente. Despotricamos contra un gobierno que sentimos dicta leyes injustas contra su pueblo. Exigimos que nos devuelvan derechos de los que nos quieren privar. Pero en ese camino tantas veces transitado del ¡¡a donde vamos a llegar!! Repetido como mantra de barra en barra, de peluquería en peluquería, de sobremesa en sobremesa ignoramos, por nuestra propia comodidad, que somos quienes reman en ese barco que dirigen otros. Sin la fuerza de nuestros remos, sin la leña que ponemos cada uno de nosotros en ese fuego, en medio de un motín ¿qué importancia tendría el mal gobierno que sufrimos?
Sirvan para expresar lo que quiero decir, estas palabras escritas por Henry David Thoreau en el siglo XIX: “Creo que antes que súbditos tenemos que ser hombres. No es deseable cultivar respeto por la ley más de por lo que es correcto. La única obligación a la que tengo derecho de asumir es a la de hacer siempre lo que creo correcto. Se dice muchas veces, y es cierto, que una corporación no tiene conciencia; pero una corporación de personas conscientes es una corporación con conciencia. La ley nunca hizo al hombre un ápice más justo, y a causa del respeto por ella, aún el hombre bien dispuesto se convierte a diario en el agente de la injusticia […] La masa de hombres sirve pues al Estado, no como hombres sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército erguido, la milicia, los carceleros, los alguaciles, posse comitatus, etc. En la mayoría de los casos no hay ningún ejercicio libre en su juicio o en su sentido moral; ellos mismos se ponen a voluntad al nivel de la madera, la tierra, las piedras; y los hombres de madera pueden tal vez ser diseñados para que sirvan bien a un propósito. Tales hombres no merecen más respeto que el hombre de paja o un bulto de tierra. Valen lo mismo que los caballos y los perros. Aunque aún en esta condición, por lo general son estimados como buenos ciudadanos. Otros – como la mayoría de los legisladores, los políticos, abogados, clérigos y oficinistas – sirven al Estado con la cabeza, y como rara vez hacen distinciones morales, están dispuestos, sin proponérselo, a ponerle una vela a Dios y otra al Diablo. Unos pocos, como héroes, patriotas, mártires, reformadores en el gran sentido, y hombres – sirven al Estado a conciencia, y en general le oponen resistencia. Casi siempre son tratados como enemigos […] Existen leyes injustas: ¿debemos estar contentos de cumplirlas, trabajar para enmendarlas, y obedecerlas hasta cuando lo hayamos logrado, o debemos incumplirlas desde el principio?”
Los ciudadanos, todos, tenemos en nuestras manos el poder de cambiar las cosas ahora mismo, sin esperar a que alguien decida hacernos la merced de escuchar nuestras súplicas. Porque si las injustas leyes actuales se están ejerciendo, es porque hay ciudadanos dispuestos a obedecerlas y hacerlas obedecer.
Tenemos dos herramientas: la objeción de conciencia y la desobediencia civil y económica.
1-. Por desobediencia civil entendemos una práctica pública, no violenta, consciente y política, contraria a una ley u orden de autoridad considerada injusta o ilegítima, que la sociedad civil emprende, con el objetivo de invalidar dicha ley u orden y de inaugurar una nueva legalidad en la que aquellos derechos sociales y civiles que la ley niega se vean de facto reconocidos. La reflexión de la desobediencia civil en un sistema político como el democrático, debe necesariamente partir del hecho de que ésta es una actividad ilegal porque viola normas jurídicas válidas y vigentes -aunque éstas puedan ser moral y jurídicamente reprobables- que se comete con el fin de producir un cambio. Un caso particular dentro de la desobediencia civil, es la desobediencia económica, la insumisión fiscal. Está dirigida a aquellas personas que no desean que con su dinero se financien gastos militares, o sirva para incrementar la cantidad de dinero publico derivado a manos privadas. Aquellos que desean utilizar su dinero para permitir la génesis de un sistema económico autogestionado, lejano al sistema capitalista actualmente en vigor. En 2011, se puso en marcha un movimiento coordinado de insumisión fiscal, que trajo consigo la publicación de un “manual de desobediencia económica” disponible en la red.
Es también desobediencia civil la negativa a una identificación policial, puesto que permite anunciar que no se reconoce la legitimidad de esa práctica indiscriminada. Incluso el escrache que estos días se está llevando a cabo con el fin de concienciar a los señores diputados lo es. Los directores de los colegios que tienen comedor propio, pueden negarse a tirar, como deben hacer por ley, toda la comida que no llega a repartirse en estos, y ofrecerla a organizaciones que la distribuyan, haciendo efectivo el derecho a una alimentación suficiente, desobedeciendo una ley irracional e ilegítima. Jueces, fiscales, secretarios judiciales, pueden desobedecer la actual y obsoleta ley de desahucios, impidiendo que estos se tramiten.
El caso de Hervé Falciani, el ex informático del HSBC, que cometió el delito de robar la lista de 130 clientes, lista que facilitó a la justicia y gracias a la cual la hacienda de nuestro país ha podido recaudar 250 millones de euros, (la amnistía fiscal del gobierno solo ingresó 1200 millones en las arcas de hacienda).
2-. La objeción de conciencia es la desobediencia a una norma que se opone a nuestros principios morales. La objeción de conciencia consiste en la negativa del individuo, por razones de conciencia, a sujetarse a un comportamiento jurídicamente exigible tanto legal como contractual «el derecho reconocido a la persona para incumplir un deber jurídico por motivos de conciencia». Dichos motivos son ampliamente considerados por el Derecho español que aprecia todos los fundados «en razón de una convicción de orden religioso, ético, moral, humanitario, filosófico u otros de análoga naturaleza». El Tribunal Constitucional, con ocasión del recurso de inconstitucionalidad entablado contra la L.O. 9/1985, de 5 de julio, de reforma del Código Penal (de 1973), que despenalizaba ciertas interrupciones voluntarias del embarazo (art. 417.bis), afirmó que « cabe señalar, por lo que se refiere a la objeción de conciencia, que existe y que puede ser ejercida con independencia de que se haya dictado o no tal regulación» (sentencia 53/85, de 11 de abril). Por tanto reconoce implícitamente el derecho a la objeción de conciencia, a la desobediencia de una norma dictada cuando esta se opone a los principios morales de la persona. No obstante, el propio tribunal constitucional se ha cubierto las espaldas a reclamaciones globales en este sentido: el Tribunal Constitucional ha negado la existencia de un derecho general a la objeción basado en la libertad de conciencia por sus efectos deletéreos («supondría la negación misma de la idea de Estado» -S.T.C. 161/1987- y un riesgo insoportable de relativización de los mandatos jurídicos -S.T.C. 160/1987-).
Por tanto, el reconocimiento de este derecho queda sujeto a la jurisdicción en cada caso concreto. Actos individuales de objeción de conciencia, difícilmente serán reconocidos como tales y por tanto sujetos a derecho. Pero casi siempre han sido reconocidas las demandas colectivas de acogerse a esta posibilidad. Uniéndonos podríamos luchar contra algunas leyes desde dentro.
Cuando los bomberos o los cerrajeros como colectivo se niegan a acatar la orden de entrar por la fuerza en un desahucio, el derecho a la vivienda será, además, un hecho. Cuando todos los inspectores de hacienda se nieguen a obedecer la orden de no inspeccionar a quienes se han acogido a la amnistía fiscal, además de revelarse multitud de delitos (blanqueo de dinero procedente de drogas, armas o prostitución) el reparto justo de la riqueza estará algo más cerca. Los médicos, junto con enfermería y otro personal administrativo de la sanidad pública, tienen la posibilidad de hacer efectivo el derecho a la sanidad universal, ignorando la tarjeta sanitaria. Los profesores en los colegios, pueden ponerse de acuerdo para dar clase con material accesible a todos los niños, prescindiendo de carísimos libros inútiles que estigmatizan a una parte de sus alumnos. Todo esto son actos de objeción de conciencia.
Y sin desobedecer a nadie, podemos aun así seguir cuestionándolo todo. Podemos pedir explicaciones a través de los cauces administrativos ya existentes, sobre todo aquel gasto público que consideremos dudoso o ilegítimo. Podemos denunciar cualquier práctica fraudulenta de la que tengamos conocimiento, cualquier acto de corrupción que se nos muestre como ciudadanos: es un delito y es nuestro deber ponerlo en conocimiento de quien esté autorizado para penalizarlo. Con nuestro silencio también somos cómplices. Incluso aunque pensemos que no va a servir para nada si lo hace: que sepan que los ciudadanos estamos en todas partes. Somos todos topos del estado, dispuestos a destapar todas sus prácticas miserables. No debemos resignarnos a que siempre ha sido así.
No podemos sustraernos a nuestro papel en la marcha de la actual situación de las cosas. Me remito a las palabras de Thoreau: no seamos los hombres de paja de este gobierno, el brazo ejecutor de los dictados del capitalismo.
Todos somos la mano que mece la cuna y la mano que mece la cuna, es la mano que gobierna el mundo.
Recomiendo leer: http://av25s.wordpress.com/2013/03/01/marea-constituyente/
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